
Difícilmente para alguien sea novedad que en el debate contemporáneo sobre el «Corporate Purpose» suele contraponerse el fin de lucro para los accionistas frente a un enfoque de responsabilidad social más amplio. En efecto, y a raíz de iniciativas como la de la Business Roundtable de 2019, se ha revitalizado la discusión en la academia y en los foros empresariales acerca de a quién deben lealtad los administradores de una sociedad mercantil, existiendo posturas en uno u otro sentido1.
En este contexto, el destacado profesor de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Stephen M. Bainbridge, ofrece una ofensiva clara y provocadora en su reciente publicación titulada «The Profit Motive» (2023), en la que desde el inicio deja en claro que su obra no es uno de esos libros que elogian el Stakeholder Capitalism, sino todo lo contrario: es una defensa decidida de la primacía accionarial clásica en el gobierno corporativo. Concretamente, para el autor, «la maximización del valor para los accionistas es tanto lo que la ley exige como lo que la ley debería exigir» (p. 1).
Metodológicamente, Bainbridge estructura el libro combinando enfoques históricos, jurídicos y económicos para sustentar su tesis central, dividiéndolo en dos partes. En la primera parte («The Law», con seis capítulos), explora la evolución legal del principio de maximización del valor accionarial (Shareholder Primacy), comenzando con comentarios de casos fundacionales del Derecho de Sociedades estadounidense. Así, reexamina el famoso caso «Dodge vs. Ford» (2019), en el cual la Corte de Michigan afirmó que una empresa se organiza principalmente para beneficio de sus accionistas y censuró al directorio de Ford por desviar utilidades hacia «fines altruistas» en detrimento de los dividendos. A partir de precedentes como éste, la jurisprudencia de Estados Unidos consolidó la idea hasta hoy vigente (incluso en otras jurisdicciones como Delaware) de que los administradores sociales deben perseguir el interés de lucro de los accionistas.
El célebre académico de UCLA defiende vigorosamente que este principio (el de la Shareholder Primacy) no es una reliquia del pasado, sino que se erige como la piedra angular imperante del Derecho de Sociedades. Pese a las críticas, sigue siendo la regla mayoritaria tanto en la práctica como en la ley. De hecho, analiza críticamente las teorías y normas que intentan matizar o apartarse de este principio (como los «constituency statues» en algunos estados de Estados Unidos que permiten considerar intereses de otros grupos, o la figura de las Benefit Corporations que combinan fines de lucro y beneficios sociales) concluyendo que su impacto real ha sido limitado. Según Bainbridge, «para hacer del Stakeholder Capitalism la norma general habría que cambiar la mayor parte del Derecho de Sociedades» (p. 73), dada la cantidad de disposiciones legales que presuponen el rol central de los accionistas. En otros términos, el ordenamiento jurídico actual impone de facto la maximización de valor para el accionista como criterio rector del gobierno y la gestión corporativa ordinaria.
En la segunda parte del texto («The Merits», con cuatro capítulos), el profesor norteamericano evalúa los méritos y deméritos del modelo de Stakeholder Capitalism desde una perspectiva económica y práctica. Bainbridge argumenta que pretender que los directores gestionen sirviendo por igual a múltiples stakeholders (trabajadores, consumidores, proveedores, comunidad, medioambiente, etcétera) es inviable y potencialmente contraproducente. Señala, por ejemplo, la dificultad de establecer métricas objetivas y jerarquías claras entre intereses tan diversos, lo que convertiría la gestión en una tarea imposible en la práctica (p. 169)2. Incluso si se intentara, los administradores enfrentarían incentivos y presiones de mercado que finalmente los empujarían a privilegiar los beneficios accionariales. En este sentido, y como él resume, «los CEOs responsables ante todos terminan por no ser responsables ante nadie» (p. 170), subrayando el problema de la falta de rendición de cuentas que aquejaría a un régimen de pluralidad de intereses.
Adicionalmente, en el libro se sostiene que el móvil del lucro (es decir, el profit motive) no es un mal social, sino un motor esencial para la eficiencia y la innovación. En el capítulo final, titulado significativamente como «Shareholder Value Maximization Is Pro-Social», Bainbridge aporta razones de filosofía económica para sostener su argumento: la búsqueda del beneficio genera una asignación eficiente de recursos, impulsa la creatividad societaria y, en última instancia, promueve el bienestar general al disciplinar a las emprsas a servir eficientemente demandas del mercado. Lejos de ser incompatible con ciertos objetivos pro-sociales, el reconocido jurista afirma que el sistema de maximización del valor para los accionistas tiende a canalizar los esfuerzos societarios hacia resultados globalmente beneficiosos, siempre que exista un marco legal que prevenga abusos y externe las conductas ilícitas.
En suma, «The Profit Motive» no sólo se erige como una reseña académica, sino que también como un alegato en favor de la Shareholder Primacy en el Derecho de Sociedades contemporáneo. Es una respuesta a las corrientes actuales del mundo intelectual y empresarial que abogan por una redefinición del «Corporate Purpose», en tanto considera que ninguna alternativa de stakeholderism ofrece un marco igual de claro, eficiente y conforme a la realidad de los mercados que el de la primacía del valor para el accionista.
Por supuesto, cabe agregar junto a la conclusión anterior que, pudiendo el lector estar o no de acuerdo con la tesis de Stephen M. Bainbridge sobre este asunto, ello no obsta a reconocer que sus ideas aportan argumentos incisivos que obligan a reconsiderar los fines de la sociedad mercantil y el equilibrio entre el fin de lucro y las crecientes expectativas sociales puestas en la empresa del siglo XXI.
1La Business Roundtable de 2019 propuso que las grandes empresas se comprometieran con objetivos comunitarios y medioambientales además de la mera obtención de rentabilidad.
2Sin ánimo de ser autorreferente, en esta entrada propuse un modelo de Teoría de Juegos que explica gráficamente el punto del profesor Bainbridge.